Querido David Delfín: brilla (más que nunca)

Nunca dudo ni un sólo segundo cuando me preguntan cuál es mi diseñador de moda español favorito. El nombre de David siempre sale escopetado de mi boca cuando ni siquiera la cuestión ha terminado de plantearse. Como un acto reflejo automático pero natural. Como si fuera el único. Como si de una estrella fugaz se tratara. Tan fugaz como la misma vida, que a veces se escapa frente a nuestros ojos sin ni siquiera poder remediarlo o volver atrás.

En estos últimos meses, rodeado de expertos del mundo de la moda gracias a mis prácticas en El Mundo, la pregunta expuesta era bastante recurrente. Estos profesionales de la moda, que sólo sabemos hablar de colecciones, de telas, de tendencias y de diseñadores. La lengua se me trababa cuando me preguntaban el porqué de mi predilección por David, un "tocayo" como algunos dirían. Muchas imágenes, emociones y momentos viajaban a mi cabeza de manera alborotada. Al principio decía que era su forma de hacer arte. Luego, no sé por qué, contestaba que era el alma que plasmaba en su trabajo. "Poco etéreo", me contestaban irónicamente algunos.

Y es que hablar de un alma es decir todo y nada a la vez. Hasta anoche no me planteé cómo era el alma de David, cuya presencia se ha evaporado y hecho invisible ante los ojos de los mortales. Pero tengo claro que, si quiero hablar del alma de David, lo voy a hacer en presente, al menos por ahora. Bien ingenuo, bien egoísta, no quiero hablar de Delfín como de alguien desaparecido porque lo cierto es que, ahora más que nunca, está presente en nuestras mentes.

David es especial. Pero no ese tipo de "especial" que se dice cuando no se sabe qué decir o cómo describir algo o a alguien. David es uno entre un millón. Un astro. Un visionario. Un vanguardista. Un rulebreaker de la moda española. El chico más "chulito" de los pasillos del instituto que mucho impone pero que también mucho quiere y es querido. Un artista que habla poco porque no le hace falta recurrir a la magia de las palabras para decir mucho y muy alto. El que con una imagen no decía 1.000 palabras, sino 2.000. David es así, el que siempre da un paso más allá sin olvidarse del anterior. La expresión del arte hecho carne (para mí y para muchos). El que consigue lo que quiere y no se deja decir "no", aunque la vida le diga que es momento de parar y de descansar en otro lugar, probablemente mucho mejor que el planeta Tierra.

Un lugar en el que nosotros no le podemos ver crear, pero en el que su alivio se hace eterno sin que la presión, la enfermedad y la muerte le molesten. Un lugar donde reencontrarse con Bimba, su musa, su confidente, su amiga, su persona, su Bimba. Qué injusta y caprichosa la vida, que nos quita siempre a los mejores.

El cuerpo de David nos dejaba esta pasada noche del 3 de junio de 2017 tras un año luchando contra tres tumores cerebrales, uno de ellos inoperable. Probablemente, uno de los sábados noche más tristes de la historia de la moda española. Y en este momento, víctima de las emociones y también de las ilusiones -incluídas las falsas-, no quiero hablar de David en pasado. Porque David ha sido, pero también sigue siendo. Y será. Forever.

Ayer, hoy y mañana, te queremos, David. Gracias por demostrar que ser distinto te hace especial. Que no hay que tenerle miedo a pensar diferente. Que, a veces, no es malo ser "el chico malo". Gracias por hacernos creer en la moda como arte. Gracias por ser una historia de lucha. Por empoderar tus heridas y las nuestras. Gracias. Hoy y siempre. Y todo nuestro amor y cariño para los familiares, amigos y admiradores. Nos toca rememorar su historia día tras día.

Gracias también a toda aquella persona que, día a día, batalla contra el cáncer con el deseo de vivir intensamente sin que nadie la pare. Ellos son los que escriben esas historias de superación que tanto nos erizan la piel. A mi yaya Lola, a la que hoy he podido besar, abrazar y mirar a los ojos por no rendirse ante el cáncer.

Con la cabeza bien alta y brillando más que nunca, descansa en paz, David.