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Temporada de rebajas... ¿temporada de reflexión?

  • David López
  • 27 jul 2016
  • 7 Min. de lectura

"¿Cuál es tu momento favorito del año?"

Apostamos a que el 95% del planeta ha realizado y recibido esta pregunta en algún momento de su vida. Una pregunta que ilumina los ojos de unos, da que pensar a otros y a la que algunos no saben contestar con seguridad, flotando en una atmósfera dubitativa aquellos que esperan una cosa determinada de cada momento del año y se sienten incapaces de seleccionar. Por si fuera poco, no es sólo elegir la temporada o mes favoritos del año, es también el porqué. Y motivos no faltan: el mes en el que cumplimos años, por la época navideña, por el tiempo, por la playa y los mojitos, por haber conocido a una media naranja en ese momento, porque empieza una etapa nueva en la vida de alguien, por la ropa que toca ponerse, por ser temporada de viajes... o por ser temporada de rebajas. Y esta última opción es más folclórica de lo habitual no sólo porque acerca en mayor medida la fantasía a la realidad terrenal, sino también por la facilidad económica que nos supone en un periodo de crisis económica e incertidumbre política en el cual nuestras pasiones y gustos no nos fallan. O no deberían hacerlo.


El mundo de la moda se divide en temporadas de la misma manera que un año natural de calendario. Cuenta con primavera, verano, otoño e invierno, agrupadas de dos en dos de manera que se crea el escenario temporal en el cual se desarrollan y evolucionan las tendencias que tanto adoramos, llevamos, detestamos o incluso ignoramos. Y dentro de las mismas se encuentra la temporada de rebajas (de primavera e invierno), en la cual el stock sobrante de las temporadas sufre una reducción de su precio para poder hacer borrón y cuenta nueva ante todo lo que va a venir después. El origen de este plan económico surge en los años 30 en Estados Unidos: Fred Lazarus Jr., de F&R Lazarus & Co (un Corte Inglés americano), dio un giro de 360 grados a la tradicional estrategia de marketing y planteó una nueva manera de dar salida a toda aquella ropa que no se había vendido durante la temporada y se les quedaba almacenada. Se comprobó, efectivamente, que era mucho más rentable para la empresa vender los productos de stock a un precio más bajo que dejar que cogieran polvo en los centros de almacenaje. Y 86 años después, muchos sienten que no pueden agradecer lo suficiente a Freddie por esta idea, desde personas independientes hasta empresas enteras.


Cientos de personas se acumulan a las puertas de los centros comerciales y tiendas más importantes del país para hacerse con todo lo que su armario puede acoger... o incluso más, porque oportunidades así sólo se presentan dos veces al año. Los periódicos redactan crónicas detalladas sobre las experiencias de muchos de los aventureros. La televisión acude a estos centros a grabar y mostrar a la sociedad algo parecido a la vida en la selva trasladada a las aceras de las ciudades más importantes del mundo. Mientras tanto, personas de todas las edades, las cuales han madrugado para gastar todo lo que han estado ahorrando o han estado esperando meses a comprar esa prenda que tanto les enamoró pero que por su precio debieron dejar en la percha, plantean una estrategia mental perfecta de cuáles tienen que ser sus movimientos en las horas muertas hasta que se abren las puertas del cielo textil. Otros, los que prefieren las tiendas online o prefieren dormir 8 horas para tener todos sus sentidos activados o enfocados a la pantalla de su smartphone, ordenador o tablet, esperan pacientemente a que un algoritmo o una ecuación permita la aparición de la palabra "rebajas" en la pantalla, acompañada de un link que les dirija al portal de los precios bajos. Aunque acceder a este tenga como consecuencias caídas de los servidores, colapsos, bloqueos de los terminales... quien algo quiere algo le cuesta, ¿no?


Se abren las puertas. Las pantallas de los terminales informáticos muestran un nuevo apartado con el término "rebajas". Comienza el baile. O más bien la carrera. El frenesí, las prisas y la ansias se apoderan de nuestro cuerpo y mente haciéndonos incluso actuar como primates, viendo todo lo que nos rodea como una amenaza para nosotros y para esa camisa que tanto llevamos buscando y por la que el sujeto de al lado está dispuesto a luchar. Una posible aplicación de la teoría de la selección natural de Darwin. Bueno, vale, o puede que seamos nosotros los que nos estemos dejando llevar por el dramatismo de la situación. Pero algo es cierto: si bien estamos acostumbrados a la rapidez que ha supuesto la globalización y la tecnología, en momentos así la sensación se intensifica a niveles insospechados. ¿En qué nos afecta esta nueva realidad? En que somos menos conscientes de lo que ocurre y lo que nos rodea. No tenemos tiempo para pensar ni para reflexionar... Y lo cierto es que sí hay material para hacerlo.


Nos invade la locura, los niveles de oxitocina suben como la espuma para convertirnos en personas que, literalmente, arrasamos con el espacio en el que consumimos: tiramos ropa al suelo, la desordenamos, la dejamos mal doblada, la ensuciamos... después de horas de trabajo de lxs dependientes, servicio de limpieza, gestión y organización. Faltamos de esta forma todo el respeto a estos profesionales que, al final del día, trabajan para nosotros. Pero no deben ser esclavos por nuestros comportamientos consumistas e irracionales. Desde Fashionaholics os pedimos que siempre empaticéis con quienes os rodean y que uséis la cabeza.



Sin embargo, ese gran desorden característico de las rebajas no es lo único que plantear. Como hemos indicado, la temporada de rebajas es el momento en el que cada tienda saca su stock sobrante para deshacerse de él. Por lo tanto, es el momento en el que cada tienda saca aquello que nadie ha comprado para rentabilizar esa mercancía "perdida". Si a nadie le ha gustado una camiseta roja, la sacarán de nuevo a mitad de precio. Si apenas se ha vendido una chaqueta amarillo mostaza (no la de Zara, que esa se ve en cada esquina de cada ciudad), se venderá meses después con un 35% de descuento. Si han sobrado muchas tallas determinada de una prenda, se vuelve a vender rebajada. Quedaos con esto último un momento. Esto quiere decir que, si miráis un estante o una perchera y veis muchas prendas de talla pequeña es porque las que se han vendido son las tallas mediana, grande y extra-grande... ¿Pensáis lo mismo que nosotros?*


¿No os dice nada este último dato? Eso quiere decir que las tallas que más se demandan son las tallas medianas y grandes... ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que hay una sobre-producción de tallas pequeñas o extra pequeñas en muchas marcas y muy poca producción en comparación respecto a las tallas medianas y grandes. ¿Por qué? Sólo las empresas lo saben. Nosotros sólo podemos suponer y construir hipótesis. Lo que podríamos decir es que en el mundo de la moda en general y en las marcas que lo componen en particular sigue habiendo un estigma. El estigma de que se produzcan más tallas pequeñas de ropa porque son las que más se tendrían que consumir porque son las que más se acercan a ese ideal impuesto. NI MUCHO MENOS QUEREMOS DECIR QUE SE PRODUZCAN SÓLO TALLAS MEDIANAS O SE HAGAN MENOS PEQUEÑAS NI QUE EL CUERPO DELGADO NO ES IDEAL, todos los tipos de cuerpo lo son. Lo que queremos decir es que, en una sociedad en la cual no hay un sólo tipo de cuerpo no puede predominar un sólo tipo de talla... o no debería ser así. Todos tenemos derecho a ponernos ropa bonita, trendy o cañera independientemente de si somos gruesos, finos, tenemos piernas largas o un tronco pequeño.


Reivindicamos que las marcas dejen de pensar que hay una sola forma corporal o un sólo modelo de cuerpo y que lo que más se consuma sea a favor de ese cuerpo. Que la relación entre número de tallas 38 fabricadas y número de tallas 44 fabricadas sea proporcional. Además, sería un beneficio para las empresas en cuanto a que tendrían menos stock que vender luego a menor precio. Si las tallas S que sobrasen fueran tallas superiores que la gente SÍ demanda desde el estreno de la temporada, probablemente se comprarían por el precio original y daría mayores beneficios a la empresa en cuestión. Y, de paso, se reduciría el coste social que acciones así pueden suponer. Se reduce el número de personas que creen que tienen que encajar con un modelo establecido. Se reducen las víctimas de enfermedades mentales y físicas como la depresión y los trastornos alimenticios. Sería una forma en la cual las empresas ganarían más dinero (su cometido final y principal preocupación, al fin y al cabo) sin generar un impacto negativo en la sociedad.


Según la web http://desordenesalimenticiosonline.com, 70 millones de personas sufren de un desorden alimenticio en el mundo. Los trastornos alimenticios (más concretamente la anorexia) son la primera causa de mortalidad en personas con enfermedades mentales junto con la esquizofrenia según los últimos estudios realizados por Asociación Española para el Estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (AAETCA). Las personas que sufren o han sufrido un eating disorder o conocen a alguien que lo haya vivido forman el 40% de la población española, y el 90% dice estar muy pendiente y preocupado de su cuerpo. Volvemos a lo mismo de siempre. ¿Hasta cuándo vamos a mirar para otro lado? ¿cuándo va a ser suficiente? La economía y las empresas nos manipulan incluso sin nosotros darnos cuenta y nuestro deber es buscar la igualdad y luchar por una sociedad sana en la que todos, independientemente de nuestra condición, podamos ser nosotros mismos y expresarnos con libertad. Y deberíamos luchar para honrar a quienes no pudieron luchar por sí mismos. Depende de cada uno de nosotros.


*Basado en una experiencia personal en muchas tiendas de Zara, Pull & Bear, Stradivarius, El Corte Inglés y Mango de Madrid y Alicante y, sobre todo, en ropa de la sección de mujer. Este post está escrito en base a dicha experiencia y comentarios en redes sociales y círculos personales.



 
 
 

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