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Lo que el mundo de la moda prefiere no contarnos

  • David López
  • 4 mar 2016
  • 5 Min. de lectura

"He visto ríos del color de moda de la temporada del vaquero en Occidente"


Este pasado domingo 21 de febrero, el archiconocido reportero Jordi Évole nos daba food for thought... una vez más (como él sólo sabe hacer gracias al uso maestro de su vena activista y reivindicadora). Él mismo, tras la emisión del programa, se mostraba satisfecho porque no se decía "nada que no se supiese, o que no hubiese sido contado en otros documentales o reportajes hechos antes sobre el tema (...) pero el nuestro se emitió en una televisión comercial en horario de máxima audiencia". La lucha por una moda justa se convirtió en algo mainstream de 21:30 a 22:30 de la noche de ese domingo. Y tan mainstream...

Salvados, uno de los programas con más audiencia de los domingos por la noche y de los más existosos de La Sexta, dedicaba aproximadamente 1 hora en su programa semanal al mundo de la moda . Bueno, mejor dicho, al mundo de la moda que no quieren que conozcamos. Ese que cada cierto tiempo sale como una búsqueda del sentido común en un mundo tremendamente capitalista e individualista pero que acaba siendo eclipsado por otras noticias (del mundo de la moda y fuera de él), por nuevas tendencias, nuevas prendas o nuevas invenciones que, por qué no, buscan callar a los que hablan.


Es hora de que lo digamos. O de que lo gritemos. El mundo de la moda no es sólo glamour. No es sólo ropa bonita. No son sólo colores enigmáticos, ni joyas de ensueño, ni pasarelas multimillonarias infestadas de famosos en front row (algunos merecidos, otros que no merecen su silla en esos eventos). En Fashionaholics siempre hemos defendido que la moda es un arte y, como en todo arte, hay artífices del mismo, hay maestros, aprendices y admiradores. Y, sobre todo, hay MUCHO esfuerzo. Si alguien piensa que el mundo de la moda es tan sencillo como combinar dos colores con unos zapatos, es posible que tengan que leer algún libro que otro (o nuestros posts, por qué no) si no quieren recibir un comentario algo punzante. El mundo de la moda se alimenta de un chorro infinito de creatividad e imaginación, de sueños, de locuras que se hacen realidad y de un trabajo muy duro que no todo el mundo es capaz de hacer. Y que no todo el mundo sabe recompensar por dicho esfuerzo.


"Fashion victims", el título del programa, pocas veces había tenido una acepción tan explícita y triste como la que se muestra en este programa. Con una buena cantidad de contactos y con un trabajo de investigación más que evidente, el equipo de Évole se trasladaba a Camboya, uno de los países con mayor producción de textil, donde entrevistaría a trabajadoras cuyo sueldo no supera los 140 dólares mensuales (lo que nos cuesta a nosotros comprar 5 jerseys que en dos años ya van a estar deshilachados). Con ellas, empezaría la desvelación de lo que es el modus operandi del mundo de la moda: en un mundo de la moda rápida, basado en lanzar muchas colecciones asequibles económicamente para aumentar beneficios, se encuentra un submundo de explotación de trabajadores, jornadas de trabajo interminables, malpagadas y con un ejercicio de los Derechos Humanos entre mínimo e inexistente. El medio "El Periódico" (click aquí) lo explicaba de la siguiente manera: "la marca occidental contrata a un proveedor que es auditado para evitar irregularidades, pero ese empresario puede subcontratar otros talleres que escapan al control (...) un español que regenta una fábrica legal explicará cómo las grandes marcas no quieren que los fabricantes confiesen para quién trabajan.". Una vez mostrada la realidad del textil en los países en proceso de desarrollo, el reportaje se ambientará en nuestro país en el que, tomando como ejemplo a Inditex y a todas las marcas que van dentro de la misma - Pull & Bear, Zara, Bershka, Stradivarius, entre otros - Pilar y María, las cuales tenían talleres que trabajaban para Zara y que se tuvieron que someter a fuertes presiones tras el triunfo de esta hasta incluso cerrar el negocio. Así se llega a donde se ha llegado: empresas con beneficios de récord a costa de recortar donde conviene.

Otra entrevistada que merece mención es María Almazán, extrabajadora de una gran marca que se dedica ahora "a recuperar talleres y obreros gallegos y a ponerlos en contacto con las marcas interesadas en producción sostenible". La conclusión a la que se llega con este programa es triste: mientras la sociedad siga consumiendo en esas marcas, la situación no va a cambiar.


Por lo tanto, depende de nosotros. Jóvenes (y no tan jóvenes) que nos vemos identificados con la ropa de marcas como Inditex. Porque no vamos a mentir: nos encanta Zara. Representa para nosotros una mezcla de elegancia, estilo y personalidad que no encontramos facilmente en otras marcas. Tampoco vamos a mentir, una parte de nosotros (amantes de la moda Y TAMBIÉN de una sociedad igualitaria) se rompe cuando vemos cosas como este programa e incluso pensamos "¿por qué no vamos a una tienda de Comercio Justo?". Y ahí es cuando vemos que en una tienda de consumo responsable, una camiseta básica blanca cuesta ¿12 euros? ¿15 euros? Como jóvenes estudiantes, no es muy asequible. Que tendría que pesar más la conciencia que el bolsillo, somos conscientes. Pero esos precios no son más que una consecuencia de la no normalización de las condiciones de trabajo en este tipo de empresas en todo el mundo. Si empresas multinacionales de sobrenombre realizaran un correcto ejercicio de los Derechos Humanos y de las condiciones humanas y laborables, no nos encontraríamos con los dos extremos. Y es algo que DEBEMOS demandar y contra con lo que DEBEMOS luchar. Porque los Derechos Humanos deberían ser intocables. Y porque, quién sabe, algún día podríamos ser nosotros los que necesitemos trabajar en un puesto de trabajo miserable para poder comer, beber y, básicamente, sobrevivir.


Obviamente y como pasa en todo, hay dos lados en este debate. La parte reivindicativa y la parte que intenta ver lo bueno en algo que cae más por los daños que produce que por las ventajas. Escribió John Müller en El Español que "países como Camboya o Vietnam, que hace 40 años estaban devastados por la guerra o por regímenes genocidas como el del dictador comunista Pol Pot, se han asomado a la modernidad, labrándose su propio futuro". La pregunta es, ¿a qué precio? ¿TENEMOS DERECHO A EXPLOTAR A PAÍSES MENOS DESARROLLADOS PORQUE "ESTARÍAN PEOR SIN NOSOTROS"? No creemos que esa sea la verdadera vía de modernización de los viejos países o el método de recuperación de los países más pobres. Esta, claramente, es nuestra opinión. ¿Qué pensáis vosotros? Os recomendamos de verdad que os veáis el programa, a nosotros nos dio que pensar. Podréis visionarlo si pincháis en la imagen que aparece a continuación:







 
 
 

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